¿QUIÉN ES VERDADERAMENTE BENEDICTO XVI”?
PRIMERA PARTE
Junio 10, 2012
Ratzinger y su pensamiento.
· En el “modernismo”.
Para justificar su oposición a la corriente conservadora, y hay que especificarlo claramente a la “Tradición de la Iglesia”, Ratzinger en 1968 declaraba en cuanto a su posición sobre el tema de la Obediencia, incluso al Papa: “Aún por encima del Papa como expresión de lo vinculante de la autoridad eclesiástica, se halla la propia conciencia, a la que hay que obedecer a la primera si fuera necesario e incluso en contra de lo que diga la autoridad eclesiástica”. Esta fue la declaración que hizo al periodista Julio Schërer García, fundador de la Revista Proceso en México, durante su entrevista con el cardenal Ratzinger.
En sus primeros libros se pueden leer las ideas de un Ratzinger de corte “modernista”, bajo un supuesto “progresismo”, como en El nuevo pueblo de Dios, editado en 1969.
El tenebroso cardenal Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI
Hasta el teólogo suizo Hans Küng, quien padeció la persecución de Ratzinger, señala que el actual Papa fue quien produjo en múltiples ocasiones ese “escándalo intencionado y por tanto culpable” que él mismo criticó en los años sesenta.
· Ratzinger, cabeza visible de la corriente “modernista” en el Concilio Vaticano II.
El Papa Benedicto XVI fue profesor de la Universidad de Tubinga –de corte modernista-, habiendo sido el propio Küng quien lo propuso para la cátedra de Dogmática y lo convenció para que dejara la Universidad de Münster. De todos es sabido que Küng es modernista y de ahí nació su simpatía y vínculo con Ratzinger durante el tiempo del Concilio, y al convertirse en decano, lo invitó a dar una conferencia el 8 de julio de 1964 sobre la Doctrina de la Eucaristía, uno de los dos “hierros más candentes”; y después en mayo del siguiente año, le expresó su deseo de que se fuera con él a Tubinga a dar clases. Ya en 1964, ambos formaban parte de la revista Concilium.
En Tubinga, Ratzinger da clases de “Teología Dogmática e Historia de los Dogmas”, y Küng estaba cierto de la coincidencia del pensamiento modernista de ambos. Küng impartía en la misma Universidad “Teología dogmática y ecuménica”; ambos buscaban lograr “la renovación de la Teología y de la Iglesia y el entendimiento ecuménico”, así se lo expresa Ratzinger a Küng cuando éste le envió su libro Iglesia y libertad, expresándole en una carta: “En primer lugar, gracias de corazón por el envío de Iglesia y libertad. No tengo que decirle lo mucho que coincido con usted en este tema”.
Como se desprende, Ratzinger ha tenido en su actuación eclesiástica un muy marcado pensamiento de corriente modernista, que abarca a la Teología y a la estructura misma de la Iglesia. Al hablar de estructura no se elude en ningún momento a su cabeza, a la figura y el papel del Papa.
Küng y Ratzinger llegan a trabajar juntos y son responsables de la serie Estudios ecuménicos, editados en enero de 1967. Lo que expresan en esa serie denota las intenciones que han venido teniendo con el Ecumenismo, mismo que habría de servirle a Ratzinger para la infiltración del modernismo, idea muy ajena a la que tenía el Papa Juan XXIII del “aggiornamento”, de abrir las ventanas de la Iglesia para que entraran vientos nuevos, idea de la que se aprovecharon los cardenales y obispos masones que conociendo esta idea del cardenal Roncalli, promoviéndolo al Pontificado, podrían convencerlo fácilmente para convocar a un Concilio Ecuménico donde impondrían la “corriente modernista”, que en el fondo se trata de la iniciativa de la masonería y del comunismo, manipulados por la secta Illuminati, que contiene el Plan para destruir a la Iglesia desde dentro; sentar su antipapa en la Silla de Pedro; y hacer reinar al anticristo Maitreya Raj Patel en la Iglesia, formando una Iglesia Universal mediante el Ecumenismo, reduciendo al Cuerpo de Cristo ó Eucaristía a un mero gesto litúrgico al que hay que quitar, pues conviene más, según ellos, que convivan los hombres de todos los credos y religiones juntos bajo una celebración comunitaria, y no estar divididos por un signo eucarístico, que es la meta más alta del infierno a través del Priorato de Sión judío y de la masonería infiltrada en la Iglesia Católica; se trata en verdad de la Profecía de Daniel 8, 11; 9 27b; 11, 31b: “será suprimido el Eterno Sacrificio” –la Santa Misa-.
En este sentido, la teología modernista pondría todos sus recursos dialécticos para hacer creer y caer en un engaño pseudo-doctrinal a todos los fieles, en el sentido de que hasta el Evangelio, entre otros campos de la Revelación –Sagradas Escrituras, Santos Padres y Magisterio- tienen un significado distinto, dentro de una Exégesis de tinte modernista promovida por la corriente modernista, impulsada, entre otros, principalmente por los cardenales judío alemanes Joseph Frings y Joseph Ratzinger durante el Concilio Ecuménico Vaticano II, como consigna que les hubo dado el Priorato de Sión, promoviendo así, un significado opuesto al que la Iglesia ha venido enseñando a los fieles durante casi dos milenios. Reducirán, la realización del Milagro Eterno, es decir, de la Transubstanciación consistente en la operación realizada por el Poder del Espíritu Santo en las especies del pan y del vino, para que se transforme su substancia en Cuerpo y Sangre de Cristo verdaderamente presentes en esas formas, de las que solo permanecen sus accidentes, es decir, el color, el sabor, la materia y el peso de las especies cuya “substancia se ha transformado”, se han “transubstanciado” el pan y el vino a verdaderos “Cuerpo y Sangre de Cristo”, cumpliéndose las palabras de Jesús: “Yo estaré con ustedes hasta el fin del Mundo”.
Mediante vía del “ecumenismo”, dialécticamente reducirán la Presencia Real y Verdadera de Cristo en las Especies Consagradas, a una mera representación simbólica, a un meros “signo” y no una Presencia Real, y con la presencia misma del anticristo Maitreya que será recibido en el Vaticano y presentado ante el Mundo como el “mesías esperado” por los judíos, entonces habrán quitado, eliminado, suprimido “El Eterno Sacrificio”, pues dirán que si el mesías está ya entre nosotros –el Mundo-, entonces no hace más falta “el signo que lo representa” –la Hostia y el Vino Consagrados y Transubstanciados-, ¿nota usted el gran engaño profetizado por Daniel?
Ratzinger: su personalidad y carrera eclesiástica.
· Como profesor.
El hecho de que Ratzinger se despidiera de la Universidad de Tubinga, aunque en parte ya denota su carácter débil, su espíritu indeciso y frágil, nos muestra el riesgo de que aunque pudiese tener ideas brillantes, se bambolea en el mar de los hechos cotidianos, en la indecisión y la lucha interna de las ideas en su mente, de sus conceptos, que aunque puedan estar en apariencia bien cimentados, él puede cambia de bandos, por sus miedos o intereses personales, y esto puede llevar a un hombre a traicionar a la Iglesia misma o a Dios tal como ha sucedido con Benedicto XVI, cuya corrupción y fragilidad moral se va viendo evidenciada públicamente con el libro “Su Santidad”, emergido a partir de la providencial sustracción de Cartas y Documentos del Vaticano que han puesto en la picota al propio Benedicto XVI, a Tarcisio Bertone, Secretario de Estado y al secretario particular del papa, Georg Gaenswein, los tres cardenales de la punta cupular vaticana.
Echemos un vistazo a su personalidad y veamos su carrera eclesiástica hasta llegar a ser el supuesto pontífice de la Iglesia Católica.
Un ejemplo, consiste en el abandono del recinto, que hizo como profesor, donde habría de dar una “conferencia con inspiración modernista”; quien ante la protesta de un grupo de estudiantes en desacuerdo, prefirió abandonar el recinto en vez de dialogar con ellos.
El propio Hans Küng dice: “Ratzinger le tiene espanto a todos los movimientos “de abajo”, sean comunidades de estudiantes, grupos de sacerdotes, movimientos de Iglesia…, etc.”
· Como teólogo y jerarca.
Ratzinger sabía que no podría llegar a la cima de la Iglesia si permanecía siendo teólogo de la corriente modernista a los ojos de todos, fundamentalmente ante los ojos de los cardenales de los más altos reinos de la jerarquía en el Vaticano que en esa entonces eran tradicionalistas. Entonces debía definir una estrategia para engañar a los cardenales tradicionalistas, en ese entonces predominantes en la Jerarquía Vaticana, fingiendo un cambio de actitud, es decir, de corriente y de concepciones teológicas y doctrinales; tenía que convencerlos que ya no estaba más de acuerdo con la corriente modernista que había encabezado en el C.V.II y que abandonaba ese grupo de cardenales, los de la infiltración, ahora lo sabemos todos-, para ser aceptado y unirse al grupo de cardenales tradicionalistas que estaban en la cima de la Curia en Roma, y entonces poder lograr escalar los peldaños que habrían de llevarlo a ser posicionado como jefe de la Iglesia. Su estrategia funcionó y logró engañar a los cardenales tradicionalistas; ahora podría consolidar las consignas del Priorato de Sión, de los Illuminati y de la masonería para apoderarse de la Silla de Pedro y sentar, posteriormente, al anticristo Maitreya en ella, lo que sucederá en no mucho tiempo, pues está profetizado en varios libros de las Sagradas Escrituras, en el Antiguo Testamento (Daniel) y en el Nuevo Testamento (Apocalipsis).
Fue perito en el Concilio Vaticano II y seguía la línea de su líder, el cardenal Joseph Frings, siendo las cabezas visibles que introdujeron el modernismo, que ha resultado tan nefasto para la Iglesia Católica, con él se dio, durante el Concilio, el más duro golpe contra los tesoros espirituales y doctrinales de la Tradición de la Iglesia. Los modernistas trastocaron el estudio de las Sagradas Escrituras, el Magisterio, la riqueza y grandeza de la Sagrada Liturgia, atreviéndose primordial y centralmente a atacar el tradicional Culto Eucarístico, el del Eterno Sacrificio, sustituyendo la Misa Tradicional –en latín- de San Pío V, por la elaboración del Novus Ordo Misae.
El Mundo no sabía, que a la muerte de Juan XXIII, impondrían un papa falso o doble, con un gran parecido físico, mientras mantenían secuestrado en sus propias habitaciones en el Vaticano, al Papa Paulo VI, a quien correspondía continuar con el desarrollo del Concilio Vaticano II, pero lo mantuvieron sedado, para que estuviera impedido de pensar con claridad y de poder caminar, mediante las drogas que le suministraba el Dr. Renato Buzoneti, miembro del grupo de cardenales sectarios, quien certificaba, la muerte inexplicable, de tantos jerarcas que se daban cuenta de lo que sucedía en la cúpula del Vaticano, parte de las acciones criminales y de la manipulación del Priorato y sus sectas o tentáculos en el interior de la Iglesia. Los certificados de defunción les permitía pretextar que se trataba de “infartos fulminantes”, por supuesto, causados por el veneno bebido o ingerido en alimentos y bebidas ordenadas por el Dr. Buzoneti al personal de cocina infiltrado. Buzoneti, en la Clínica Gemeli, también aplicó la traqueotomía a Juan Pablo II, que no requería, pero cuya utilidad para el Priorato consistía en que el Papa ya no hablara ni denunciara sobre lo que acontece en la cúpula Vaticana y amenaza al Mundo.
Todo esto forma parte del plan de la infiltración masónica fraguada por los masones comunistas Lenin y Stalin. Para lograr los alcances del plan de infiltración realizada a la Iglesia, durante el Concilio, en la mesa de trabajo respectiva, infiltraron al arzobispo Anibal Bugnini, a seis pastores protestantes y un rabino judío. ¿Qué tenían qué hacer ellos ahí?, la respuesta es sabida: distorsionar la Liturgia para la celebración del Culto Central y Medular de la Iglesia y de todos los fieles –la Santa Misa- como paso intermedio, hasta llegar, a lo que muy próximamente será, a su eliminación, la supresión del Eterno Sacrificio.
Ratzinger sabía que tenía que mostrar un cambio de actitud, por eso dejó la Universidad de Tubinga en 1969 y se fue a la Facultad Teológica de Ratisbona, en su natal Baviera; abandonó también la revista modernista Progressio en que venía escribiendo, todo, insistimos, para presentar ahora una “aparente conversión a la corriente tradicional”. Trasladado a Regensburg bajo el mando del obispo Graber, que representaba el ala Tradicional de la Conferencia Episcopal, Ratzinger inició su carrera ascendente en las instituciones de la Iglesia. Ratzinger debía ser aceptado entre los cardenales de la esfera Vaticana fielmente defendida por el cardenal Alfredo Ottaviani.
Muchos de los cardenales, incluso de la cúpula vaticana como Ottaviani, no se daban cuenta de que el verdadero Paulo VI era sustituido en el Concilio por un doble, lo que permitía al Priorato lograr la aceptación de sus propósitos, a la vez que estaban confundidos los cardenales tradicionalistas y de la cúpula por las actitudes y disposiciones del supuesto Papa Paulo VI quien estaba siendo suplantado no solo en el Concilio, sino en casi todas las tareas que correspondían al pontífice verdadero.
Ratzinger fue astuto, y supo “actuar” en las distintas posiciones que tuvo para presentarse ante el mundo católico, ahora como antimodernista, para lo cual abandonó la revista Concilium antimodernista encaminado en su trayectoria hacia el otro extremo, buscó cobijo en la revista tradicionalista Communio, y en 1971 empieza a publicar en la editorial Jaka Book, vinculada a movimientos fundamentalistas católicos como Comunión y Liberación, el grupo encabezado por Giussani, quien después contará con su inestimable apoyo en la curia. En una conferencia organizada en 1975 en Münich por la Revista Communio, sus declaraciones muestran en él como un “anti-espíritu del Concilio” en el que él introdujo, con el cardenal Frings, las reformas modernistas con tanto detrimento para la riqueza espiritual e integral de la Iglesia. Ya como jerarca, en apariencia tradicionalista, mostraba una especie de deseo de lograr una restauración del daño que había causado y que motivó la deserción de miles de sacerdotes en todo el Mundo, llegando a decir: “Una real reforma. …Presupone un abandono inequívoco de los caminos equivocados que entre tanto han conducido a consecuencias indiscutiblemente catastróficas…Nos debemos oponer más decididamente de cuanto se ha hecho hasta ahora al achatamiento racionalista, a los discursos aproximativos y al infantilismo pastoral, que degrada la liturgia a rango de círculo de aldea y la quiere reducir al nivel de un comic. También las reformas hechas, especialmente con respecto al ritual, deben ser examinadas de nuevo, desde estos puntos de vista”.
Su declaración en esa conferencia parece mostrarnos su arrepentimiento sobre el daño causado a la Iglesia en cuya trama él tomó parte muy activa y de la que fue clave e intelectual del modernismo, junto con su paisano el cardenal alemán Joseph Frings.
Pero a Cristo y a Su Iglesia se le traiciona, no solo introduciendo ciencia y teología surgida de los humanos y con intereses tan oscuros que los fieles ni siquiera imaginan hoy lo que está ocurriendo en estos momentos en el Vaticano; con la celebración de pactos con demonios en ritos negros, para obtener los poderes y las canonjías que pueden obtener de las prácticas diabólicas de los jerarcas, en el llamado “Tercer nivel del mal”, conocido por clérigos y fieles dedicados al combate espiritual, cuando ya está urdido el plan para sentar a “Maitreya” en la Silla de Pedro, y Benedicto XVI, tan voluble como ha sido en sus antecedentes, es el hombre frágil que aceptó pacto con los cardenales masones.
Cuando las profecías han venido insistentemente señalando que después del Papa Juan XXIII sólo quedarían tres Papas de Jesús y luego vendría “el fin de los tiempos” que ha de presentar un panorama específico narrado por Ana Catalina Emmerich y los profetas de estos tiempos, ha seguido en turno el antipapa, quien ha de sentar en la Silla de Pedro al anticristo “Maitreya”, a la vez que el Pontífice del Cielo, Pedro Romano II, en coexistencia y en diferente Sede Pontificia, habrá de restaurar a la Iglesia en unión con los jerarcas y los fieles que, dándose cuenta de la verdad y de los hechos, harán resurgir a la Iglesia más brillante, más Santa, más Pura y llena del Espíritu Santo, cuya Esposa, la Virgen María seguirá teniendo un papel preponderante como Reina y Madre de la Iglesia, como Virgen del Apocalipsis.
A estas alturas de su pontificado, Benedicto XVI quien ha traicionado a Jesús y a la Iglesia, y entregará al hombre nacido en el Este de Asia, conocido como “Maitreya”, cuyo nombre es el de la bestia “666”, la Silla de Pedro, acreditándolo como el Mesías esperado y fungirá como “su profeta”, el falso profeta Benedicto XVI, del falso mesías Maitreya Raj Patel o el nombre que use en turno.